sábado, 1 de enero de 2011

Brillo

Princesa frágil. Glamorosa. Tendiente a tocar fondo. Cómica. Abierta. Espontánea. Artista. Inocente. Hermosa.

Una eterna niña que sueña con el príncipe azul. Admiradora de buenos momentos, gente linda, proper outfit y belleza animal. Vivió una vida sin mayores sobresaltos aparentes. La realidad la obligó a reinventarse mil veces.

Viste la seguridad que no posee, y está dispuesta a entregarlo todo si lo considera de ayuda.

Me sostuvo cuando apenas se sostenía a sí misma. Me devolvió la inspiración perdida. Paseamos, nos reímos, lo imaginamos, lo conversamos, lo volvimos a imaginar.

Un día me dijo que lo había decidido. Que el momento había llegado. Brillo iba a dejarlo todo en pos de cumplir el gran objetivo de su vida. Brillo iba a volver a nacer.

Para no fallar a mi inexorable deber, le dije que la acompañaba hasta donde llegara. Así fue que emprendimos el comienzo de un viaje que quizás sería el último. O el comienzo de lo último. O lo último de lo primero.

Cazamos las mochilas y empezamos a caminar. Los nuevos cielos me permitieron ser testigo de su paulatina transformación. Brillo se abrió a los corazones y descubrió nuevas mañanas, atardeceres e inspiraciones. Caminó por la Quinta Avenida, terminó con su look rapunzel y se tatuó (varias veces). De a poco voló y creó su maravilloso imperio textil. Regaló colores, arte, imaginación. Creó, imaginó y construyó. Aportó nuevos matices a este mundo. Lloró, gritó y nos abrazamos fuerte. Pude ser testigo de la auto reconstrucción de un ser humano sin maldad en su interior.

Brillo, tanto cemento a veces quiere hacernos olvidar el porqué de todo esto. Si es que alguna vez le vislumbramos la punta del dedo meñique. Es loco como no nos damos cuenta, pero ahí está. O estamos, o llegamos. Llegamos, gorda. Lo vamos a hacer.