martes, 7 de julio de 2009

Charmless Man

I don’t know what it is that makes me feel alive
I don’t know how to wake the things that sleep inside
I only wanna see the light that shines behind your eyes


Era, creo, la octava vez que metía mis zapatillas dentro de un psicoconsultorio.
Saludé a la doctora, me senté y escuché por 32984293659824759845 vez la frase: “bueno, te escucho”.
- Estoy acá porque Marcos me pasó tu contacto, te recomendó. Creo que viene al caso contar cuál es mi relación con él.
Yo a Marcos lo conocí hace unos… cuatro años. Pegamos onda. Nos teníamos de vista, y nos cruzamos en un recital. Resulta que nos gusta la misma música, que no es una música común, por lo que encontramos a un personaje muy especial en el otro.
Salimos un par de veces, hasta que desaparecí, por primera vez. Nuestra relación en los siguientes tres años fue bastante nebulosa, llena de enigmas resolvibles con un par de preguntas.

Un día, música mediante, nos volvimos a encontrar. Fue como si nunca nos hubiésemos dejado de ver. O mejor.
- Mirá que mi vida es un quilombo. Hoy estoy acá, mañana no sé- le advertí. Me escuchó, como si no escuchase.

Pasábamos horas hablando de Radiohead, de Oasis, Led Zeppelin y nuestro deseo de desaparición de Arjona. Mientras el tiempo y la historia me comían los talones de los pies.

El problema era que no me ponía límites.

Así fue que desaparecí, bien desaparecida, por segunda vez.

“Bueno… nos vemos la próxima sesión”. Próxima… una pasajera nunca sabe cuál será la próxima.